Literatura Hispanoamericana

Literatura Hispanoamericana

La poesía

En la década de 1820-1830 se producen los procesos de independencia de la mayor parte de los países hispanoamericanos. Este proceso, que será difícil y agitado, tendrá consecuencias ineludibles en América y en España. El Romanticismo, ya presente más allá del Atlántico en las primeras décadas del siglo XIX, y de origen peninsular, británico y, sobre todo, francés, animará las corrientes políticas independentistas y será crucial en la elección de los primeros temas literarios decimonónicos en Hispanoamérica: en poesía, la exótica y esplendorosa naturaleza, las ansias de libertad personal y política, así como lo autóctono o lo indígena como temática fundamental de las obras en verso; en prosa, la novela indigenista o la de la revolución, aunque ambas deban más al Realismo, verdadero protagonista de la novela hispanoamericana hasta bien entrado el siglo XX.

El Romanticismo en América tuvo, en poesía, un cultivo tardío, que sin embargo fue abundante en el ensayo y en la prensa, ambos campos más adecuados por su temática e inmediatez a las ansias independentistas que animan el continente. La dedicación romántica a lo local, individual y singular tienen su expresión en la elección de los tipos poéticos (el gaucho, el indio, etc.) y en el esmero por la descripción y exaltación de paisajes propios y nacionales (los Andes, las selvas, los océanos…).

Habría que esperar al Modernismo para que, en poesía, se diese un fenómeno que décadas más tarde se repetiría en la prosa: la aparición de un movimiento propio, con voz nueva, que habría de dejarse sentir profundamente en Europa y, especialmente, en España. Rubén Darío y sus numerosos seguidores impondrían un estilo cosmopolita, colorista y también revolucionario en sus formas, temas y tonos (v. Quincena 8). La voz americana comenzaba a dejar sentir su peso y su sentir en la antigua metrópoli, al tiempo que, recogida la herencia de Rubén, ésta comenzaba a granar en novedosos vanguardistas, como Vicente Huidobro, o se amplificaba en voces líricas como la de Alfonsina Storni  y abría el camino para las grandes obras de César Vallejo y Pablo Neruda. La influencia de estos últimos en toda la poesía contemporánea se puede calificar, sin temor a equivocarse, como universal.

La prosa
La prosa romántica es escasa, muy desigual en su valía, vinculada a los temas étnicos locales, las costumbres nacionales o a la revolución en el caso de Méjico. En general, siguió pronto los cauces del Realismo hasta bien entrado el siglo XX.

En el siglo pasado la historia acelera su pulso en la antigua América española y las revoluciones, contrarrevoluciones, dictaduras militares, y hasta alguna monarquía se suceden en el continente de acento español. Mientras tanto, la prosa hispanoamericana irá perfilando lentamente su propia identidad. Se ha venido señalando la larga pervivencia del Realismo (casi hasta los años 40) en la novela, pero nadie sospechaba que la larga vida de esta corriente estuviera animando uno de los fenómenos literarios más espectaculares de la novela del siglo XX… y además en lengua española: el llamado boom de la novela hispanoamericana de los años sesenta catapultó a los prosistas de muy distintos países americanos a la primera escena literaria mundial, y demostró la enorme capacidad del continente para asumir los hallazgos técnicos de la novela de los primeros cuarenta años del siglo sin perder de vista la historia y los protagonistas locales.

La novela hispanoamericana del boom tuvo la virtud de incorporar distintos elementos característicos de la novela contemporánea de Kafka, Joyce, Faulkner, etc. Así, junto al compromiso político, la incorporación del subjetivismo, la ruptura temporal, el peculiar punto de vista de la narración, son todas ellas técnicas que están en la base de esta nueva novela. A ello habría que sumar la incorporación de un lenguaje propio, que no desdeña el localismo ni las hablas peculiares de cada país, ensanchando el español estándar con un vocabulario rico y sorprendente para los lectores europeos y, sobre todo, para los hablantes del castellano peninsular. Lo real maravilloso, realismo mágico, etc., son expresiones acuñadas para dar cuenta de lo absolutamente peculiar de esta forma de novelar en la temática y en la forma, porque a los propios autores les parecía no encontrar otra forma de adjetivar esta prosa que habla de su paisaje, sus tradiciones y sus gentes.

Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, y tantos otros, son ejemplos de esta narrativa extraordinaria, novedosa y apasionante, pero que, como todas las grandes obras literarias, no olvida lo que debe a la tradición y a lo escrito anteriormente, pues su éxito se levanta sobre los grandes temas románticos y realistas hispanoamericanos para abrirse paso, finalmente, a través de las técnicas más sofisticadas de los autores más vanguardistas y revolucionarios del siglo XX.

NARRATIVA HISPANOAMERICANA

La narrativa hispanoamericana sigue un camino cronológico distinto al de la lírica, y mientras que en poesía se acomete desde el principio del siglo pasado una profunda revisión formal y de contenidos con el Modernismo, la novela esperará algunos decenios para acometer una renovación que, una vez llevada a cabo, revolucionará el género con hallazgos impensables. Así, podemos distinguir las siguientes etapas con los autores más representativos:

    • Desde mediados del XIX hasta aproximadamente 1940:
    • Realismo de corte decimonónico europeo: Rómulo Gallegos.
    • Novela de la revolución: Mariano Azuela.
    • Novela regionalista: Rómulo Gallegos, Ricardo Güiraldes, José Eustasio Rivera.
    • Novela indigenista: Alcides Arguedas, Jorge Icaza.
    • Desde 1940 hasta 1960:
    • El realismo mágico o lo real maravilloso: Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias.
    • Desde 1960:
    • El boom de la novela hispanoamericana: Ernesto Sábato, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes.

 

 

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